MORFOLOGIAWAINHAUS E L H O M B R E N U E V O MORFOLOGÍAWAINHAUS | LECTURAS E L H O M B R E N U E V O
En el último año, se han vuelto realidad mu-
naturaleza misma. En ese sentido, Francis Fukuya-
chas de las fantasías científicas del siglo XX: la po-
ma tiene razón cuando habla de Nuestro Futuro
sibilidad de calcular la fecha de muerte de ciertas
Posthumano: la noción de humanidad descansa en
personas a partir de su información genética; la im-
la creencia de que poseemos una “naturaleza huma-
plantación de chips que permiten guiar los movi-
na” hereditaria, que nacimos con una dimensión
mientos físicos; y la conexión directa de un cerebro
humano a una computadora. Estas noticias sólohan avivado la polémica ética y legal alrededor de la
Con el aislamiento del gen responsable del mal
biogenética. Sectores de la religión, el poder políti-
de Huntington, ahora cualquiera puede saber no
co, la filosofía y hasta el psicoanálisis se han mani-
sólo si va a contraer el mal sino también cuándo.
festado mayoritariamente en contra. Sin embargo,
Hay en juego un error de transcripción: la repeti-
no todos ven en esto una amenaza. Uno de ellos, el
ción balbuceante de la secuencia del nucleótido
filósofo Slavoj Zizek, se hace eco del debate y da la
CAG en medio de un gen particular. La edad en la
que habrá de aparecer la enfermedad depende im-placablemente de la cantidad de repeticiones de
¿Tenemos hoy una bioética al alcance de la ma-
CAG: si se repite 40 veces, los primeros síntomas
no? Sí, tenemos una, y es mala: es lo que los alema-
se evidenciarán a los 59; si 41, a los 54; si 50, a los
nes llaman Bindestrich-Ethik o “ética parcial” (bio-
27. No ayudarán ni la vida sana, ni el ejercicio, ni
ética), donde lo que se pierde con el guión es la éti-
los mejores remedios. Podemos someternos a un
ca misma. El problema no es que una ética univer-
examen y, en caso de que dé positivo, averiguar
sal esté disolviéndose en una multitud de éticas es-
exactamente cuándo nos volveremos locos y cuán-
pecializadas (bioética, ética comercial, ética médica,
do habremos de morir. Difícil imaginar un enfren-
y así sucesivamente), sino que las revoluciones cien-
tamiento más claro con la insensatez de una con-
tíficas queden inmediatamente enfrentadas con los
tingencia determinante para la vida. No es raro
“valores” humanistas y desencadenen protestas co-
que la mayoría de la gente ˆincluido el científico
mo la que sostiene, por ejemplo, que la biogenética
que identificó el gen elija no saber; la ignorancia
amenaza nuestro sentido de la dignidad y la auto-
no es simplemente negativa, puesto que nos per-
nomía. La consecuencia principal de las revolucio-
nes biogenéticas actuales es el hecho de que los or-ganismos naturales han pasado a ser objetos suscep-
En efecto, la perspectiva de la intervención bio-
tibles de manipulación. La naturaleza “humana e
genética abierta por el creciente acceso al genoma
inhumana” es “desustancializada”, es despojada de
humano emancipa a la humanidad de las constric-
su impenetrable densidad, de eso que Heidegger
ciones de una especie finita y de la esclavitud del
llamaba “tierra”. El hecho de que la biogenética sea
“gen egoísta”. Pero la emancipación tiene un pre-
capaz de reducir la psiquis humana a la categoría de
cio. En una charla que dio en Marburg en 2001,
objeto de manipulación es una prueba de lo que
Jürgen Habermas reiteró sus advertencias contra la
Heidegger percibía como el “peligro” inherente a la
manipulación biogenética. En su opinión, las ame-
tecnología moderna. Reduciendo a un ser humano
a un objeto natural cuyas propiedades son altera-bles, no perdemos (sólo) humanidad; perdemos la
Primero, que esa clase de intervenciones borro-
nee la línea de demarcación entre lo hecho y lo es-
para conservar nuestra dignidad moral es mejor no
pontáneo, y por lo tanto afecte el modo en que nos
saber ciertas cosas. Limitar la ciencia, como parece
comprendemos a nosotros mismos. Para un ado-
sugerir Habermas, sería posible al precio de ahon-
lescente, enterarse de que sus disposiciones “es-
dar el divorcio entre ciencia y ética: un divorcio
pontáneas” (es decir, agresivas o pacíficas) son re-
que ya está impidiéndonos ver el modo en que es-
sultado de una intervención externa deliberada en
tas nuevas condiciones nos instan a transformar y
su código genético socavará sin duda el corazón de
reinventar las nociones de libertad, de autonomía
su identidad y acabará con la idea de que desarro-
llamos nuestra moral a través del B i l d u n g: la dolo-rosa lucha por educar a nuestras disposiciones na-
Según un posible contraargumento católico ro-
turales. En última instancia, la intervención bioge-
mano, el verdadero peligro reside en que embar-
nética podría quitarle todo sentido a la idea de
cándonos en la biogenética olvidemos que tenemos
educación. En segundo lugar, esas intervenciones
almas inmortales. Pero el argumento no hace más
darán lugar a relaciones asimétricas entre quienes
que desplazar el problema. Si así fuera, los creyen-
sean “espontáneamente” humanos y aquellos cuyas
tes católicos serían sujetos ideales para la manipula-
características hayan sido manipuladas: algunos in-
ción biogenética, desde el momento en que ten-
dividuos serán los “creadores” privilegiados de
drían plena conciencia de haber estado lidiando só-
otros. Esto afectará nuestra identidad sexual en el
lo con el aspecto material de la existencia humana,
plano más elemental. La facultad de los padres de
y no con el núcleo espiritual. La fe los protegería
elegir el sexo de su retoño es un problema. Otro es
del reduccionismo. Si tenemos una dimensión espi-
el estatuto de las operaciones de cambio de sexo,
ritual autónoma, no tenemos por qué temer la ma-
que hasta hoy podían justificarse invocando un
nipulación biogenética. Desde una perspectiva psi-
desfasaje entre la identidad biológica y la psíquica:
coanalítica, el nudo del problema estriba en la au-
cuando un hombre biológico se percibe a sí mismo
tonomía del orden simbólico. Supongamos que soy
como una mujer atrapada en un cuerpo de hom-
impotente por algún bloqueo no resuelto en mi
bre, es razonable que pueda cambiar su sexo bioló-
universo simbólico y que, en vez de “autoeducar-
gico para introducir cierto equilibrio entre su vida
me” tratando de resolver el bloqueo, tomo una pas-
tilla de Viagra. La solución funciona; recupero elrendimiento sexual, pero el problema subsiste.
La manipulación biogenética abre perspectivas
¿Cómo una solución química podría afectar el blo-
mucho más radicales. Puede cambiar retroactiva-
queo simbólico? ¿Cómo “subjetivizar” la solución?
mente nuestra comprensión de nosotros mismos
La situación es indecidible: la solución puede des-
como seres “naturales”, en el sentido de que expe-
bloquear el obstáculo simbólico, obligándome a
rimentaremos nuestras disposiciones “naturales”
aceptar su insensatez; o puede hacer que el obstácu-
como mediadas, no como dadas: como cosas que
lo reaparezca en algún plano más fundamental (en
en principio pueden ser manipuladas y, por lo tan-
una actitud paranoica, quizá, que me haga sentir
to, pasar a ser meramente contingentes. Es difícil
expuesto al capricho de un “amo” cuyas interven-
volver a la ingenuidad de la inmediatez una vez
ciones pueden decidir mi destino). Siempre hay un
que sabemos que nuestras disposiciones naturales
precio simbólico a pagar por las soluciones que no
dependen de la contingencia genética; apegarse a
nos hemos ganado. Y, mutatis mutandis, lo mismo
ellas con uñas y dientes será tan falaz como apegar-
vale para los intentos de combatir el crimen a tra-
se a las viejas costumbres “orgánicas”. Según Ha-
vés de la intervención bioquímica o biogenética;
bermas, sin embargo, deberíamos actuar como si
obligar a los criminales a medicarse para refrenar
ése no fuera el caso, y mantener, por lo tanto,
excesos de agresión, por ejemplo, deja intactos los
nuestro sentido de la dignidad y la autonomía. La
mecanismos sociales que en un principio detona-
paradoja es que esa autonomía sólo puede ser pre-
servada prohibiendo el acceso a la contingenciaque nos determina; esto es, limitando las posibili-
El psicoanálisis también enseña contra la idea
dades de la intervención científica. Es ésta una
de que la curiosidad es innata, de que dentro de ca-
nueva versión del viejo argumento según el cual
da uno, muy hondo, hay una Wissenstrieb, un “im-
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pulso de saber” que en realidad sucede todo lo con-
les de serotonina en el cerebro”, nuestra conciencia
trario. Cada avance en el plano del conocimiento
de ese hecho debería socavar la sensación de digni-
debe conquistarse luchando dolorosamente contra
dad que nos causa el hecho de que los demás nos
nuestra espontánea propensión a la ignorancia. Si
reconozcan. Sólo podemos experimentarlo al pre-
tengo un antecedente familiar de mal de Hunting-
cio de una denegación: sé muy bien que mi autoes-
ton, ¿debo someterme al examen que me dirá si
tima depende de la serotonina, pero aun así disfru-
también yo lo tendré inexorablemente (y cuándo)?
to de ella. Fukuyama escribe: “La manera normal y
Si la perspectiva de saber cuándo he de morir me
moralmente aceptable de superar la baja autoesti-
resulta intolerable, la solución —no demasiado rea-
ma era luchar consigo mismo y con los demás, tra-
lista, por lo demás— podría ser autorizar a otra per-
bajar duro, soportar a veces sacrificios penosos y, fi-
sona o a una institución de mi entera confianza a
nalmente, ponerse de pie y mostrarse como alguien
que me examinen y eviten decirme el resultado, pe-
que logró hacer todo eso. El problema de la autoes-
ro, en caso de que el resultado sea positivo, aprove-
tima —tal como se la entiende en la psicología pop
chen para matarme mientras duermo, inesperada-
norteamericana— es que termina convirtiéndose
mente y de manera incruenta, justo antes de que se
en un derecho, algo que cualquiera necesita tener,
declare la enfermedad. El problema de esta solu-
no importa si lo merece o no. Lo que termina de-
ción es que yo sé que el Otro conoce la respuesta, y
valuando la autoestima y haciendo de su búsqueda
eso lo arruina todo, ya que me expone a una corro-
siva sospecha. La solución ideal, para mí, podría serésta: si sospecho que mi hijo puede tener la enfer-
Pero aquí llega la industria farmacéutica nor-
medad, examinarlo sin que lo sepa y matarlo, sin
teamericana, que gracias a drogas como el Zoloft y
que sufra, en el momento oportuno. La fantasía
el Prozac puede proporcionar dosis de autoestima
más extrema sería que haya una institución estatal
embotellada elevando el nivel de serotonina en el
anónima que lo haga por nosotros sin que nos en-
cerebro. Imaginen la situación siguiente: voy a
teremos. Pero una vez más se plantea la cuestión de
participar de un concurso de preguntas y respues-
si sabemos o no que el Otro sabe. Se abre así el ca-
tas y, en vez de estudiar, tomo unas drogas para
mino para una sociedad totalitaria perfecta. Lo que
mejorar mi memoria. La autoestima que adquiera
es falso es la premisa subyacente: que el deber ético
ganando el concurso seguirá fundada en un logro
último es proteger a los otros del dolor, mantener-
real: mi desempeño superó al de mi rival, que se
pasó las noches tratando de memorizar los datosrelevantes. El contraargumento intuitivo es que
El problema no es perder nuestra dignidad y
sólo mi rival tiene derecho a enorgullecerse de su
nuestra libertad con los avances de la biogenética,
desempeño, porque su saber, a diferencia del mío,
sino darnos cuenta de que en realidad nunca las tu-
fue el fruto de un duro trabajo. Pero hay algo in-
vimos. Si, como alega Fukuyama, contamos ya con
trínsecamente condescendiente en esa argumenta-
“terapias que borran la frontera entre lo que logra-
ción. Una vez más, nos parece perfectamente jus-
mos por nuestra propia cuenta y lo que logramos
tificable que alguien dotado de una voz natural-
gracias a los niveles de sustancias químicas que te-
mente musical se enorgullezca de su desempeño,
nemos en nuestro cerebro”, la eficacia de esas tera-
aun cuando somos conscientes de que su canto tie-
pias implica que “lo que logramos por nuestra pro-
ne más que ver con el talento que con el esfuerzo
pia cuenta” también depende de “los niveles de
y el entrenamiento. Sin embargo, si yo decidiera
químicos que tenemos en nuestro cerebro”. Citan-
mejorar mi canto usando alguna droga, ese mismo
do a Tom Wolfe, lo que nos dicen no es: “Lo sien-
reconocimiento me sería negado (a menos que ha-
to, pero su alma acaba de morir”; lo que nos dicen,
ya hecho grandes esfuerzos para inventar la droga
en efecto, es que nunca tuvimos alma. Si las afirma-
en cuestión antes de ensayarla en mi propio orga-
ciones de la biogenética se sostienen, entonces las
nismo). El punto aquí es que tanto el trabajo du-
opciones son aferrarnos a la ilusión de la dignidad
ro como el talento son considerados “partes mías”,
o aceptar la realidad de lo que somos. Si, como di-
mientras que tomar una droga es una manera “ar-
ce Fukuyama, “el deseo de reconocimiento tiene
tificial” de mejorar, puesto que es una forma de
una base biológica y esa base está ligada a los nive-
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Lo que vuelve a colocarnos ante el mismo pro-
haber capturado) es la relación necesaria que hay
blema: una vez que sé que mi “talento natural” de-
entre los dos fines de la historia, el pasaje de uno al
pende de los niveles de ciertos químicos en mi ce-
otro: el fin de la historia liberal-democrático se con-
rebro, ¿qué importa, desde el punto de vista moral,
vierte inmediatamente en su opuesto, desde el mo-
si lo adquirí de alguna fuente exterior o si lo llevo
mento en que, en su hora triunfal, empieza a per-
conmigo desde mi nacimiento? Para complicar un
der su fundamento: el sujeto liberal-democrático.
poco más las cosas: puede que mi disposición aaceptar la disciplina y el trabajo duro dependa de
El reduccionismo biogenético (y, en términos
ciertos químicos. ¿Qué pasa si, a los efectos de ga-
más generales, cognitivo-evolucionista) debe ser
nar un concurso de preguntas y respuestas, decido
atacado desde otro ángulo. Bo Dahlbom da en el
no tomar una droga para mejorar mi memoria pe-
clavo cuando en 1993, criticando a Daniel Den-
ro tomo una que “simplemente” fortalece mi reso-
nett, insiste en el carácter social de la “mente”. Las
lución? ¿Eso también es hacer trampa? Una de las
teorías de la mente están obviamente condiciona-
razones por las que Fukuyama abandonó su teoría
das por sus contextos históricos: hace poco Fredric
del “fin de la historia” para considerar la nueva
Jameson propuso leer Consciousness explained, el li-
amenaza planteada por las neurociencias es que la
bro de Dennett, como una alegoría del capitalismo
amenaza biogenética es una versión mucho más ra-
tardío con todos sus motivos: competencia, descen-
dical del “fin de la historia”, una versión capaz de
tralización, etc. Pero lo más importante es que el
archivar en la obsolescencia más absoluta al sujeto
mismo Dennett insiste en que las herramientas —
libre y autónomo de la democracia liberal. Pero el
esa “inteligencia” externalizada en la que se apoyan
giro de Fukuyama obedece a una razón más pro-
los seres humanos— son parte inherente de la iden-
funda: la perspectiva de la manipulación biogenéti-
tidad humana: es tan insensato imaginar a un ser
ca lo obligó, conscientemente o no, a reconocer el
humano como una entidad biológica sin la comple-
oscuro reverso de la imagen idealizada que tenía de
ja red de sus herramientas como imaginar a un gan-
la democracia liberal. De golpe, Fukuyama se ha
so sin plumas. Pero al decir esto abre un camino
visto obligado a enfrentarse con un panorama de
que habría que profundizar mucho más. Puesto
corporaciones que abusan del libre mercado para
que —para decirlo con palabras del viejo buen
manipular gente y embarcarse en aterradores expe-
marxismo— el hombre es la totalidad de sus rela-
rimentos médicos, de gente rica que cría a sus vás-
ciones sociales, Dennett debería dar el siguiente pa-
tagos como a una raza exclusiva, con capacidades
so lógico y analizar esa red de relaciones sociales.
mentales y físicas superiores, instigando por lo tan-to a una nueva lucha de clases. Para Fukuyama es
El problema no es cómo reducir la mente a la
evidente que la única manera de limitar estos peli-
actividad neuronal o cómo reemplazar el lenguaje
gros es reafirmar un fuerte control estatal sobre el
de la mente por el de los procesos cerebrales, sino
mercado y desarrollar nuevas formas de voluntad
más bien comprender cómo la mente sólo puede
emerger de la red de relaciones sociales y suplemen-tos materiales. El problema real no es si las máqui-
Estoy de acuerdo con todo eso, pero me veo
nas pueden emular a la mente humana sino cómo
tentado a añadir que necesitamos esas medidas in-
la “identidad” de la mente humana puede incorpo-
dependientemente de la amenaza biogenética, sólo
rar máquinas. En marzo de 2002, Kevin Warwick,
para controlar el potencial de la economía global de
un profesor de cibernética de la Universidad de
mercado. Quizás el problema no sea la biogenética
Reading, se hizo conectar su sistema neuronal a una
en sí misma sino el contexto de relaciones de poder
red de computadoras. Se convirtió así en el primer
en el que funciona. Los argumentos de Fukuyama
ser humano que es alimentado de datos directa-
son al mismo tiempo demasiado abstractos y dema-
mente, sorteando los cinco sentidos. Ése es el futu-
siado concretos. No destila todas las implicancias
ro: no el reemplazo de la mente humana por la
filosóficas de las nuevas ciencias y tecnologías de la
computadora sino una combinación de ambas. En
mente, y tampoco las coloca en su contexto de an-
mayo de 2002 se informó que científicos de la Uni-
tagonismos socioeconómicos. Lo que no logra cap-
versidad de Nueva York habían implantado un
turar (y es lo que un verdadero hegeliano debería
chip de computadora directamente en el cerebro de
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una rata, lo que permite guiar a la rata por medio
representará una prótesis casi orgánica, menos un
de un mecanismo similar al del control remoto de
aparato externo con el que podemos interactuar
que una parte de nuestra experiencia como orga-nismos vivos. A menudo se compara la creciente
Los ciegos ya están en condiciones de recibir la
invisibilidad de los chips de computadora con el
información sobre el contexto inmediato directa-
hecho de que cuando aprendemos algo lo suficien-
mente en el cerebro, saltando por sobre el aparato
temente bien, dejamos automáticamente de ser
de la percepción visual; lo nuevo, en el caso de la
conscientes de ello. Pero el paralelismo es engaño-
rata, fue que por primera vez la “voluntad” de un
so. Sabemos que hemos aprendido un idioma
agente vivo, sus decisiones “espontáneas” respecto
cuando ya no tenemos necesidad de hacer focoen
de sus movimientos, estaban en manos de un agen-
sus reglas; no sólo lo hablamos espontáneamente,
te externo. Aquí la cuestión filosófica es si la pobre
sino que concentrarnos en las reglas nos impediría
rata era consciente de que algo andaba mal, de que
hablarlo con fluidez. Pero ese lenguaje que ahora
sus movimientos eran decididos por un poder aje-
hemos internalizado tuvimos que aprenderlo pre-
no. Y cuando se realice el mismo experimento en
viamente: los invisibles chips de computadora es-
un ser humano (que, salvadas las cuestiones éticas,
tán “ahí afuera”, y no actúan espontáneamente si-
no debería ser mucho más complicado de lo que
fue en el caso de la rata), ¿será consciente la perso-na manipulada de que un poder externo decide sus
Hegel no se habría intimidado ante la idea del
movimientos? Y en ese caso, ¿cómo experimentará
genoma humano y la intervención biogenética, ni
ese poder: como un impulso interno irresistible o
habría preferido la ignorancia al riesgo. Al revés, se
habría regocijado con el derrumbe de la vieja ideade que “Tú Eres Esto”, como si nuestras nociones
Es sintomático que las aplicaciones de ese me-
de identidad humana hubiesen sido establecidas
canismo imaginado por los científicos involucra-
definitivamente. Contra Habermas, deberíamos
dos y los periodistas que dieron cuenta de la noti-
aceptar plenamente la objetivación del genoma.
cia tuvieran que ver con funciones de ayuda huma-
Reducir mi ser al genoma me obliga a atravesar el
nitaria y con la campaña antiterrorista: se sugirió
material fantasmático del que está hecho mi yo, y
que las ratas (u otros animales) manipuladas po-
sólo así mi subjetividad puede emerger de manera
drían usarse en casos de terremotos, para hacer
contacto con personas sepultadas, o para atacar te-rroristas sin poner en riesgo vidas humanas. En unaño, Philips planea comercializar un teléfono conequipo de CD entretejido con el material de una
[Nota aparecida en el suplemento Radar del diario
chaqueta, que podrá ser lavado a seco sin perjuicio
Página/12, Buenos Aires, domingo 2 de junio de 2003.]
alguno para su maquinaria digital. Parece un ade-lanto inocente, pero no lo es. La chaqueta Philips
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