CÉSAR Y CLEOPATRA TRAGEDIA EN CUATRO ACTOS PERSONAJES DEL DRAMA
1. Julio Cesar Emperador, Dictador, Cónsul Romano
3. Pompeyo el Grande Emperador, Cónsul Romano
4. Cneius Pompeyo Capitán General en España
5. Bruto Marco Junio Senador Romano Asesino de Cesar
7. Escipión Metelo Pío Capitán General en África
13. Casio Longino Senador Romano Asesino de César
14. Casca Servílio Tribuno de la Plebe Asesino de Cesar
16. Potín o Potinus Eunuco Regente de Egipto
17. Aquilas Comandante en Jefe del Ejercito Egipcio 18. Ganímedes Eunuco Maestro de Arsínoe 19. Farnaco o Farnacio Rey del Ponto 20. Spurinna Arúspice Augur Sacerdote Etrusco
23. Artemidoro de Cnidos Retórico Griego
24. Tilio Cimber Senador Romano Asesino de Cesar
25. Cecilio Metelo Celer Tribuno de la Plebe
Actos y Escenas de “César y Cleopatra”
1. Primer Acto, Escena Primera: La guerra civil
2. Escena Segunda: César se adueña del Tesoro
3. Escena Tercera: Cae Marsella, Puerta de España
4. Escena Cuarta: César cruza el Adriático
5. Segundo Acto, Escena Primera: Batalla de Farsalia
6. Escena Segunda: César perdona a Bruto
7. Escena Tercera: Pompeyo muere degollado
9. Tercer Acto, Escena Primera: Se aman César y Cleopatra
10. Escena Segunda: Muere el Poderoso Aquilas
11. Escena Tercera: César degüella al Eunuco Potinus
12. Escena Cuarta: Derrota en el Faro de Alejandría
13. Escena Quinta: Batalla Naval de Alejandría
14. Escena Sexta: Muere el Faraón en el Nilo
15. Escena Séptima: Viaje de Amor por el Nilo
17. Cuarto Acto, Escena Primera: César y Cicerón
18. Escena Segunda: Guerra Civil en Cartago
19. Escena Tercera: Guerra Civil en España
20. Escena Cuarta: César Dictador en Roma
21. Escena Quinta: La Conspiración contra César
22. Escena Sexta: El Sueño de Calpurnia
23. Escena Séptima: El Rencor de Arsínoe
24. Escena Octava: La Muerte de Julio César
PRIMER ACTO ESCENA PRIMERA A punto de cruzar el Rubicón, río que separa la Galia Cisalpina del Estado Romano, Julio César, rodeado de centuriones y soldados de una de sus legiones, consulta al Arúspice Spurinna sobre los divinos auspicios ante la inminente guerra civil, que se desataría al desobedecer al Senado que le había quitado el mando y elegido Cónsul y Comandante en Jefe de su ejército a Pompeyo el Magno.
Julio César
¡El honor es la cuestión! El destino me convida a que me juegue la vida, en esta resolución, si paso, o no, el Rubicón. Consultemos a los Hados y a los augurios alados. La respuesta di cuál es, Sabio, y yo actuaré después.
Arúspice Spurinna
Auspicios muy favorables, con su venturoso vuelo, te anuncian aves del cielo. En las batallas que entables, tienes triunfos admirables. Estudiando las entrañas de estas muertas alimañas, puedo. Cesar, prevenirte que los dioses, recibirte quieren, tras nobles hazañas.
Julio César ¡Sí! ¡Dados estáis echados! En sacrificio a los dioses,
siete caballos veloces, ordeno, que liberéis; Volar felices veréis, de alborozo, dando coces, a los briosos corceles, que en guerra os fueran tan fieles.¡Qué hermosos son sus retozos, sobre estos campos undosos, de Italia, verdes vergeles! Marchemos ya sobre Roma, a Pompeyo derrotemos, que si no, todo perdemos. Tras de la séptima loma, el Coliseo, ya asoma. ¡Amada ciudad eterna! Tu abandono, me consterna. ¿Dónde están los Senadores? ¿Los Tribunos? ¿Los Lictores? ¡Diógenes, dame tu linterna!
Coro de Soldados
A Roma entremos cantando, cuna de la libertad, ¡Viva la augusta ciudad! De la guerra retornando, por la vida, gracias dando, nos hincamos en el Foro. Al dios Marte, un albo toro glorioso, sacrificamos y ¡Ave césar! exclamamos tus diez legiones, en coro. ESCENA SEGUNDA METELO Julio César, ¿dónde vas? Si es al Templo de Saturno, de mi protesta, es el turno: ¡Te impero des paso atrás! El tesoro del estado, en este templo, es sagrado. Fuero sacro de Tribuno invoco. Hombre ninguno, el tesoro ha de tocar. Habrásme antes de matar, que sacar oro alguno. JULIO CÉSAR Éstos son tiempos de guerra. Tu fuero funge en la paz. Esta puerta me abrirás. Sin la llave que la cierra, cerrajero, ariete o sierra empleará. Metelo, pongo por testigo al cielo, que, si persistes, te mato.
¡Ya mi espada, mentecato, quiere cortarte el resuello! César desenvaina y Metelo se retira y huye. César tumba la puerta del templo de Saturno y se apropia de quince mil lingotes de oro y treinta mil lingotes de plata. CORO DEL PUEBLO ROMANO Roma vacía y saqueada, mejores tiempos añora. Del mundo dueña y señora, queda ahora abandonada. Guerra civil enconada, sus hijos ha dividido. Mientras no hayan definido, cuál de ellos es vencedor, peor su angustia y dolor.¡Escuchemos su quejido! Se levanta un rumor trágico y luctuoso en toda la eterna ciudad. ESCENA TERCERA CORO DE MARSELLESES Hijos de la patria, ¡avante! Día de gloria llegó en que a César se
humilló. Su vanagloria rampante, su arrogancia deslumbrante, Marsella, las desafió y sus puertas, le cerró. Su ejército pasará; la ciudad perdurará. ¡Nunca nadie la venció! JULIO CÉSAR Esplendorosa ciudad, de España, la puerta y clave, ¿Por qué me impides que acabe, con fugaz celeridad, mi reconquista? En verdad, no comprendo tu actitud: Armada tu juventud, defiende ya tus murallas. ¿Marsella, por qué me fallas? ¡Te espera la esclavitud! Torres altas de madera, cual rodantes palacetes, y poderosos arietes, rendirán tu cimera soberbia. ¡Oh insincera Marsella veleidosa, muy triste, si y ruinosa, a mi paso, quedarás. Con lágrimas lamentarás tu traición pecaminosa. Este bosque milenario, nunca por nadie tocado, sea, hoy mismo, derribado. Violando sacro sagrario, sacrilegio es necesario, pues la guerra no tolera, ni refugio, ni frontera. Su ley es última y cruel. ¡Hacha mía fila y fiel, corta esta encina cimera! César y sus soldados arrasan con el milenario bosque sagrado y, con sus maderos, arman las máquinas de guerra contra la ciudad, que se defenderá por seis meses, hasta caer rendida ante César. ESCENA CUARTA
Césarha regresado de su reconquista de España, donde sin batallar, logró el sometimiento de las legiones pompeyanas, y ahora se apresta para atacar a su contendor Pompeyo, en tierras de Grecia. JULIO CÉSAR Azur, Adriático mar, ¡Oh vana muralla de agua! Allende, Pompeyo fragua, creyéndome doblegar, armada, en su tajamar. De un salto, el mar pasaré y, en Grecia, lo alcanzaré. Guerra en la árida Tesalia, mejor he de dar que en Galia, donde sabéis que triunfé. Embarquémonos, soldados, mis curtidos centuriones, mis veteranas legiones. Mientras menos esperados nosotros, más asustados nuestros fatuos contendores, los traidores senadores, borregos en desbandada, que han huído en retirada, ante lobos agresores. CORO DE SOLDADOS César, desapareciste, desolados, tus soldados, sentímonos abandonados. Cuéntanos: ¿A dónde fuiste? ¿Cómo tan pronto volviste? Es sagrada tu presencia y fatídica, tu ausencia. De suerte eres talismán. Contigo vienen y van, los de olímpica querencia! JULIO CÉSAR Fui y volví de la Españas, las Citerior y Ulterior; sometílas, sin temor. Hoy, sus hurañas montañas, sus campiñas aledañas, obedecen mi gobierno. Para Pompeyo, el Averno, tengo listo y preparado. Cuando fuere derrotado, le espera tormento eterno. Las legiones de César le vivan y se embarcan en Brindisi (Brundisium) para cruzar el Adriático y enfrentar la batalla definitoria, que ha de darse en Farsalia. SEGUNDO ACTO ESCENA PRIMERA En el campo de Farsalia, los dos ejércitos romanos enfrentados, se han puesto en orden de batalla. Pompeyo arenga a sus soldados y César a los suyos. También Labieno y Marco Antonio, jefes de los respectivos cuerpos de caballería, hablan ante sus respectivas tropas. POMPEYO Amanece luminoso sobre los campos de Grecia. Hoy, yo doy batalla recia al denodado ambicioso y a su ejército andrajoso. Somos, en número, el doble, y nuestro temple, más noble, que esa hambrienta y ruda plebe, cuya masa César mueve, de su atabal, al redoble. Mi bella caballería, envolviendo el flanco izquierdo, tornarálo manco y lerdo, para que mi infantería ensañe en él, su sangría. La inevitable venganza, el día de la matanza, tras larga espera, llegó. ¡Tu voz de clarín sonó, Marte, desde lontananza! LABIENO Al gran Pompeyo yo admiro; es perfecta su visión. César es vana ilusión, éste el último respiro de ese sangriento vampiro.
No son esas las legiones, que las Gálias sojuzgaron, aquellas se terminaron en sangrientas invasiones. Diez veces ya se diezmaron y en Italia se postraron. Hoy, son soldados bisoños, de las riberas del Po, que al apuro, reclutó, niños medrosos, retoños, pequeños Marcos Antonios, que pena ha de dar matar, de la patria, en el altar. Con nuestra caballería, bajo la bandera mía, vamos todos a triunfar! Al otro lado del campo de batalla. JULIO CÉSAR Centuriones y soldados: Batallando a rienda suelta, al mundo, hemos dado vuelta. Nunca fuimos derrotados, ni por nadie amilanados. Cada uno valga por mil, en esta guerra civil. Sin dar el brazo a torcer, nos toca ahora vencer al romano hermano vil. Los mejores veteranos guarden su lanza en las manos, para jinetes matar. Los debemos desmontar y ultimarlos como enanos, que superada esa carga, la sola espada se encarga de punzar y degollar y esta batalla acabar, aunque fuere la más larga. Las legiones le vitorean. César reúne a tribunos y centuriones aparte y les dice: Si hacerme favor queréis y, en medio de la batalla, Bruto, en vuestras manos se halla, os ruego, no lo matéis, cual hijo me es, ya lo sabéis. Él apenas lo sospecha. Sólo su madre, la fecha tiene de su gestación, cuando, en amorosa unión, claváranos Eros su flecha. Los centuriones y tribunos asienten, aplauden y ríen. MARCO ANTONIO En este combate hoy día, juégase nuestra nación, decadencia o redención, oprobiosa cobardía o romana valentía. Pompeyo y los senadores, corruptos maquinadores, nuestro César traicionaron; bella Italia abandonaron, y hoy son nuestros contendores. Los jinetes pocos somos, mas nuestra experiencia es mucha, nos curtimos en la lucha. Sobre estos equinos lomos, hermanos, centauros somos. ¿Nueva bélica aventura? Galopemos con soltura. ¡Tajos de nuestras espadas, mil cabezas degolladas, dejen sobre la llanura! CORO DE SOLDADOS La batalla es muy feroz. Los jinetes de Labieno, en la muerte,
encuentran freno. Se escucha una sola voz, de todos, el grito atroz. Si no hay fuerza, hay voluntad, romana tenacidad. Se estremecen las montañas ante tamañas hazañas y ante tanta mortandad. Julio César y sus tropas vencen a Pompeyo y sus ejércitos. ESCIPIÓN ¿Qué pasa en esta batalla? Gran Pompeyo, ¿Tus visiones fueron equivocaciones? La caballería falla. Frente a la valla encalla, que valientes centuriones levantan con sus legiones, valla de lanzas y espadas, muralla de corazones! POMPEYO Muy valeroso Escipión, esta lucha, aunque, perdida, la guerra sigue con vida. A Cartago es tu misión. En Tapsos pon tu bastión. Con Catón, nuevo comando conformes, ruego, hasta cuando Pompeyo logrado hubiere otro ejército, que fuere contra César avanzando. Escipión, furibundo, asiente y sale.Pompeyo prosigue: He salido derrotado.¡Vergüenza! Me toca huir y, acaso, reconstruir mi ejército destrozado, en día tan desgraciado. Con astuta diplomacia, alejándome hacia el Asia, en los reinos de ultramar, debo tratar de salvar la romana democracia. Mi caballo, el azabache, ya no el blanco, he de montar. ¡Voy en luto a galopar! Disfrazado y ¡Ay! de agache, por vivir, en cambalache, desechando el buen morir en combate, me toca ir a la egipcia Alejandría, a levantar, con porfía, tropas para combatir. Suerte he tenido en el mar. De sus olas al vaivén, yo gané batallas cien. Pronto me voy a embarcar y, hacia el sur,, la mar surcar. Aunque, al momento, remota, se encuentra intacta mi flota. Buscaré salvación en cualquier embarcación. ¡Neptuno de ésta me dota! Pompeyo desmonta de su caballo azabache y, acompañado de unos pocos compañeros de armas, se hace a la mar en dirección al Asia Menor. Escena Segunda Centuriones de César, triunfantes en Farsalia, traen a Bruto preso y se lo entregan a César, quien lo interroga: JULIO CÉSAR
Bruto ¿Porqué tu rencor? ¿Cómo es que tanto enemigo quiere vérselas conmigo? ¿De qué error fui yo el autor? ¿De cuál crimen, promotor? ¿Porqué tú me traicionaste y a Pompeyo secundaste? ¿Enfrentásteme en Farsalia? Tu culpa, ante mí, no palia agravio mío, que baste! BRUTO De los hombres, las razones, tan variables, como el mar, ingratas son de explicar: Patrióticas intenciones, legales lucubraciones podríate enumerar y, hasta a mi mismo, engañar. Mas, los secretos motivos no sabremos, mientras vivos, querrámoslos desentrañar. JULIO CÉSAR ¡Oh Bruto! Me odias acaso, porque a tu madre yo amé? Servilia mía tan fue, que, en su tierno regazo, tras mi apasionado abrazo, un semidiós se gestó. Su padre tal vez sea yo. ¿Si tú, mi crío no fueras, la muerte, entonces, me dieras, en pro de quien te padreó? BRUTO Eso lo saben los dioses. Lo que dice mi apellido, del linaje que he venido, brutos somos y feroces. La verdad, en nuestras voces, tirano ninguno acalla. Ni barrotes, ni muralla, nos detiene o nos somete. Que nos corrompa o aquiete, soborno alguno no se halla. JULIO CÉSAR Que eres bruto, no discuto, brille el sol, o truene o llueva, pues para ello sobra prueba. Ni de qué raza eres fruto, contigo, Bruto, disputo. Porque no tiene sentido, dejémoslo en el olvido. Pues te quiero, te perdono. Vida y hacienda te dono y me doy por no ofendido. César le despide.Al marcharse Bruto masculla: BRUTO César, tú me has perdonado, sin que yo ni te lo pida. No te debo, pues, la vida. Tengo contra ti, enconado el pecho, atormentado de rencor el corazón. ¡Mi única satisfacción, verte un día asesinado, aunque tan
gran atentado, me cause la perdición! ESCENA TERCERA Pompeyo llega navegando ante las costas de Egipto, donde el ejército egipcio acampa, cerca de Pelusium, en pie de guerra contra Cleopatra. Pompeyo pide entrevistarse con el jefe supremo Aquilas y éste hace ademán de recibirle: AQUILAS Gran Pompeyo, ¡Bienvenido! Recibirte es un honor. Para ti, gloria y loor. Egipto, aquí reunido, te saluda, conmovido. (Tan pronto ponga pie a tierra, nuestro tumulto le encierra y, al punto, le acuchillamos.) ¡A darte la mano vamos, magno árbitro de la guerra! POMPEYO Gracias Aquilas valiente capitán y amigo. Supe que contar contigo podía. A tu buena gente, mi gratitud ferviente! vengo lleno de ilusión hasta esta egipcia nación. ¡Estrechemos nuestras manos! ¿Qué hacéis conmigo, villanos? ¡Me asesináis a traición! Aquilas y sus guardias matan a Pompeyo. Le cortan luego la cabeza y se la entregan a Reina Arsínoe:
ARSÍNOE Pompeyo, llegó tu fin, famoso Cónsul romano. Con tu cabeza en la mano, para mí, se consumó venganza con que soñó César. Se la ofreceremos y con eso lograremos cebarlo a nuestro favor. Que caiga en el mismo error que tú, nos ingeniaremos. En reserva y aparte, la reina Arsínoe, ante su maestro Ganímedes, exclama: ¡Aquilas! Muy poderoso te noto y muy temerario.Eres tan ruin y falsario, en suma, tan peligroso, que matarte, es imperioso. ¡Oh Ganímedes, tu no puedes asesinarlo?¿Concedes que un sabio, no un militar, de ti, no han de sospechar? ¡De premio, en su mando quedes! TERCER ACTO ESCENA PRIMERA César ha llegado y se encuentra en el palacio real de Alejandría. Se anuncia Potinus, el eunuco regente en lugar del joven rey Ptolomeo, portando un regalo para César: POTINUS Esta rotunda cabeza, de altiva y hermosa frente, la mirada inteligente, que la muerte ya adereza, con opalina tristeza, de Pompeyo el Magno es, que ¡Oh César! traigo a tus pies. Estando por ti proscrito, no matarlo era delito, ante tus ojos después. JULIO CÉSAR Potinus, yo me pregunto, si este regalo al me dar, no me quieras engañar. De lo que dices, trasunto que has sopesado el asunto y, a crítica, no hay lugar. Pero advertirte quisiera, que a la tramoya primera, que me intentes traicionar, tu cabeza ha de rodar! A continuación toma en sus manos la cabeza de Pompeyo, la mira con detenimiento y exclama: Caro amigo y enemigo: Nunca quise ver tu testa de trofeo en una gesta en que batíme contigo. ¡Más que premio, eres castigo, con que me obligo a sufrir! A todos toca morir, Gran Pompeyo, me precedes. Bien, de mi reírte puedes, si en tu pos me ves venir! ESCENA SEGUNDA Reina la oscuridad bajo un cielo estrellado. Cleopatra, rodead de sus tropas, acampa en el desierto. Sus soldados están dormidos. Se escucha piafar a los caballos, a lo lejos, el rugido del león. CLEOPATRA Cuán callada, en el desierto, es la voz de la pasión. Descansa aquí el corazón, que acaso por siempre yerto, repose pronto, ya muerto. ¡Debe haber una salida del laberinto! Escondida, debo ante César llegar, para su hombría tentar y así, salvar mi vida. Al prenderse las luces, César se encuentra meditabundo en su aposento. De pronto, la guardia deja pasar un esclavo negro de gran estatura, que lleva enrollada sobre sus hombros una magnífica alfombra, regalo para el Imperator. Al desenrollar la alfombra, aparece la bellísima Cleopatra. César con una señal de su mano, manda al esclavo y a la guardia que abandonen el lugar y le dejen solo con Cleopatra. JULIO CÉSAR ¿Cuán mágica es esta alfombra, que de su ceno aparece flor, que mujer parece, que me deslumbra y asombra? ¿Cómo a esta ninfa se nombra? CLEOPATRA De Egipto, princesa soy, Cleopatra, para servirte, si me dejas seducirte, regalo de Afrodita, voy ser tu esclava, desde hoy. JULIO CÉSAR Tu belleza es sin igual. De Venus, tienes la boca y, si mi mano te toca, tu tersura celestial despierta en mi al animal, que no se si es el león o el versátil camaleón, si ruge o cambia el color, ante el perfume y olor, que emana tu corazón. CLEOPATRA ¿Señor, es este rigor, que bajo tu toga toco, de tu incendio, acaso, el foco, que me turba en mi rubor y me abrasa en su fragor? ¿Es este un sañudo ariete, que del castillo, el portón, derriba de un empujón? ¿Como carnero arremete y ¡Oh delicia! se me mete? JULIO CÉSAR ¿Y esta lengua que me bebo, es una ostra del Nilo? ¿Y entre mis manos, en vilo, nenúfar en flor, que llevo, cuando en su néctar me embebo? ¿Tentáculos, estos brazos, que me ahogan en sus lazos? ¿Y éstos, el sol y la luna, astros sobre mi laguna, en simultáneos ocasos? ¿Rubíes son tus pezones, que con mi lengua acaricio, y es besarlos tierno vicio? parecen dos corazones, dos leoncillos mamones, y este cáliz de tu flor, me cautiva su fulgor, su suave y celeste aroma, que me embelesa y me doma. ¿Es el elíxir de amor? Móntate en mi a la jineta, que quiero ser tu corcel, el unicornio en tu
miel, ternerillo que en tu teta, se bebe la ubre completa. ¿Te gusta tu palafrén? ¿Su cuerno, te da sostén? Juguemos al sube y baja, la marea que rebaja, pero que sube también! CLEOPATRA Más que caballo, eres burro, digo por la longitud y su durable virtud. De tu embestida me escurro y a su firmeza recurro, en este vaivén sin fin, en que me eres tan afín, que de hoy, para siempre, juro, para ti, mi amor seguro, de la muerte hasta el confín. César y Cleopatra se aman toda la noche, mas al amanecer, entran a la habitación los tribunos y centuriones, porque tienen que avisar a César sobre la marcha de la guerra. CORO DE SOLDADOS ¡César! Se ha tomado el puerto Aquilas con su mesnada y, lleno de agua salada, nuestro acueducto es ya muerto.¡Huyamos a mar abierto! JULIO CÉSAR ¡Soldados tranquilizaos, que el miedo provoca el caos! Por agua, cavemos pozos y en incendiar, animosos, flota y puerto esforzaos, que nunca se gana huyendo, sino luchando, tenaces, perseverantes, audaces, del vano estruendo, riendo, y al enemigo venciendo. CLEOPATRA Nos llega, al amanecer, el cruel fragor de la guerra. Así Amor nos destierra de su templo de placer. César ¿Cuándo has de volver? ESCENA TERCERA En el palacio de la Reina Arsínoe, en las afueras de Alejandría. AQUILAS Arsínoe, reina mía, tengo una mala noticia: Nuestro plan, César desquicia. El puerto y la librería incendia en Alejandría. Ha quemado nuestra flota; gota a gota, no se agota, en trabajos portentosos, aflorando agua de pozos. Lejos veo su derrota. ARSÍNOE Tu ejército es invencible, Aquilas, me lo has jurado. César de ti se ha burlado. Risible, por imposible, que acaso Marte invisible, escale por él, murallas y gane grandes batallas, mientras tú, magno aspaviento, giras tus aspas al viento y a los egipcios, nos fallas. AQUILAS Señora, si yo he fallado, fue por oír tus consejos. Tú, retorna a tus espejos y déjame a mi encargado de la guerra que he empezado. Júzgame no por un revés de la fortuna. Otra vez, en dos por tres a triunfar he de volver y a escuchar loas desde tu altivez. A una señal de Ganímedes, la guardia real agarra a Aquilas y lo pone a merced del eunuco. GANÍMEDES Señora, llegó la hora, de tu designio cumplir. Aquilas, vas a morir. Ora o llora, sin demora, que esta espada te perfora, gran Capitán General. ¡No puedes ya hacernos mal! Arsínoe así vengada, cúmpleme promesa dada, de ser yo, tu mariscal. Arsínoe toma las insignias del asesinado Aquilas y se las entrega a Ganímedes, cumpliendo así con su palabra. Se dirige luego al otro eunuco, Potinus, y le ordena: ARSÍNOE
A mi hermano Ptolomeo, Potinus, tráelo aquí, rey que sea, junto a mí. Si al Minotauro, Teseo, vencer a César, yo creo factible, con un ardid. Al alto faro subid, provocadlo que os agreda, rodeadlo, que huir no pueda y al monstruo, de muerte, herid! ESCENA CUARTA César y Cleopatra contemplan desde el palacio real, el puerto de Alejandría en llamas. Disfrutan de un banquete. Aparece Ptolomeo, el joven hermano de Cleopatra, movido por Potinus. PTOLOMEO Poderoso emperador, vengo a ti con un pedido ruego sea concedido: En Egipto hay un clamor, por verme a mí, su señor. De Aquilas amedrentados, de Arsínoe desconfiados, te imploran ungirme a mí, a que la paz vuelva aquí, a tu imperio sojuzgados. JULIO CÉSAR ¡Valiente es la juventud! ¿Quieres de mi separarte? ¿en esa intriga embarcarte? valor es una virtud mayor que la gratitud. Déjame, lo voy a pensar. Con la almohada a consultar. ¡Verdad! Ya no eres niño, ni obstáculo es el cariño, para impedirte marchar. Ptolomeo se retira en espera de la decisión de César. CLEOPATRA Árbitro de guerra y paz y fogoso amante mío, de mis hermanos, el trío, quisiera usurpar rapaz el trono. ¿A permitirlo vas? A Ptolomeo, te pido le concedas su pedido, con sus tropas, de juntarse. Con ellas ha de acabarse, si por ti, fuere vencido. Dame al tierno, por marido, para cumplir con la ley, que nos haga reina y rey. Arsínoe y su partido, al destierro y al olvido, te ruego que los condenes, y a Potinus lo retienes, por ser taimado traidor, que muerto, sirve mejor que si vivo lo mantienes. JULIO CÉSAR Lo que pides, te he dar, pues te asiste la razón. Bien juzgas la situación. Nada te puedo negar, si amarte, quise jurar. Tu designio ha de cumplirse, que has de ser ya por seguro Reina de Egipto, te auguro. Tu estatua en oro verterse y bellísima esculpirse ¡Hela aquí! he ordenado.¿No es hermosa? ¿Te ha gustado? Junto a Venus, en su templo, quede al mundo, como ejemplo de lo divino encarnado! A continuación, César ordena a la guardia: JULIO CÉSAR Arsínoe, como rehén, a cambio, sea entregada, de su hermano y sea tratada, por todos y cada quien, tal reina que fuera, bien! Venga el eunuco Potín, su complot llega a su fin. Quiso verme asesinado. Sea ante mi degollado el castrado malandrín.
La guardia trae a Potinus escoltado y a rastras. Ante la mirada inmisericorde de César, el implorante eunuco es degollado. ESCENA QUINTA
Las tropas de Julio César se han tomado el faro de Alejandría, tal cual tramó Arsínoe. CORO DE SOLDADOS Nos hemos tomado el faro, la séptima maravilla, que sobre los mares brilla. Bajo su pétreo amparo, el paso, cobramos caro. pero, de pronto, rodeados, por millares asaltados, franqueados todos los muros, ya sin refugios seguros, al mar nos vemos forzados. JULIO CÉSAR ¡Parados a defender esta valiosa conquista! Premio a todo el que resista y a quien pueda contener este bronco arremeter! Último soy junto al mar. Si es que me quiero salvar, saltar a nadar debo.Ya el agua salada bebo y apenas logro escapar! CORO DE SOLDADOS Sobre su capa escarlata de romano emperador, flechas llueven por mayor. De su manto, él se desata, zambulle y no se delata.¿Por babor? ¿Por estribor? ¿La popa o proa mejor? Emerge y es recobrado.¡Ave César, que han estado los dioses a tu favor! César se retira para contraatacar después y tomarse definitivamente el Faro de Alejandría. ESCENA SEXTA JULIO CÉSAR Una batalla naval, que al faro tomarse pueda, como remedio nos queda. ¡A la mar el arsenal, al desafío final! Ved los barcos ya formados, con
los remos levantados, el acerado aguijón surto en nuestra dirección para hender nuestros costados. CORO DE SOLDADOS Con nuestros diestros remeros, de Rhodas los marineros, contra esa navía valla, en iniciar batalla, queremos ser los primeros. En Grecia todas las gentes nos llaman los más valientes. bajo el mando de Eufranor, concédenos este honor, del que nunca te arrepientes. Julio César asiente a su demanda y da la señal de ataque. Eufranor, en su barco insignia, entra temerario en la lucha, es rodeado por naves enemigas y naufraga combatiendo. El héroe griego pierde la vida. Sin embargo César gana la batalla naval. JULIO CÉSAR Ya es nuestro el famoso faro, pero han matado a Eufranor. ¡Qué heroico fue su valor! Cuéstame este triunfo caro, que el temerario es muy raro y pobre soy al no haberlo e imposible es reponerlo. Recuérdala siempre ¡Oh Rhodas! la más luctuosa de todas las victorias, al perderlo. Arsínoe ha caído en manos de César, entregada como rehén a cambio de su hermano Ptolomeo. Ella se lamenta de su desgracia: ARSÍNOE ¡Ganímedes gran traidor, me vendiste a mis espaldas! Presa estoy. Desde las faldas de Cleopatra, el dictador ensaña en mí su rencor. Mas aún no estoy perdida. De Artemisa protegida, acaso escape a la caza, con que mi hermana amenaza, para quitarme la vida. ESCENA SÉPTIMA PTOLOMEO Tengo mi fuerza en el Nilo, la egipcia fuente de vida. Esta guerra se decida, de su sacro curso, al hilo y de nuestra espada al filo. Mitrídates y César vengan y a la derrota se atengan. Del Nilo no pasarán. La cabeza perderán, cuando a sus aguas se avengan.
JULIO CÉSAR ¿Veis aquella fortaleza erigida junto al Nilo? ¿Un nido de águila en vilo, desde el que otea a su presa? Atacarlo es nuestra empresa. Subamos esta áspera cuesta que es temeraria propuesta, pues de sorpresa, el factor, invoca benefactor y la vida en ello apuesta. Pero al mismo tiempo envía dos legiones contra el río, que la flota hundan, con brío. Se trastoca así y enfría la enemiga fantasía, que ha de verse ya perdida, sin su arma preferida, que son sus raudos navíos. En su defensa, extravíos, sacaránles de guarida. Alocados, ya los veis, como hormigas van y vienen. Nuestro ataque no contienen. Acorralados tenéis a quienes matar queréis. Se encaraman a sus naves ¡Ptolomeo ya no cabes! Gran Nilo, ya en ti naufragan, se desangran y se apagan. ¡De sus heridas, los laves! Ptolomeo XIII Theos Philopator, rey macedonio de Egipto, hermano de Cleopatra, muere ahogado en el Nilo. César entra triunfante en Alejandría. La ciudad se rinde a sus pies. CORO DE SOLDADOS ¡Bienvenido a Alejandría, Oh César, emperador, dictador, libertador! El mundo entero querría que por rey se te ungiría. Eres, sin duda, divino. De ti dice el adivino, que a Alejandro igualarás, a los Partos vencerás y la China es tu destino. CLEOPATRA Por el Nilo, río arriba, maravillosos objetos, mostrarte quiero. Secretos que no hay nadie quien describa con palabras, mientras viva. En mi barco he de adorarte, adularte y festejarte, de la noche a la mañana, tal que a Marte cuida Diana. ¡Cada minuto he de amarte! Cleopatra corona a Julio César con el laurel de la victoria. ESCENA OCTAVA En tu mesa los manjares, en tu lecho los placeres, dime amado, lo que quieres, yo he de hacer lo que mandares y darte lo que soñares. Por el
Nilo, río arriba, del amor a la deriva, César, el mundo dejamos y al Olimpo remontamos, cual fuésemos Divo y Diva. JULIO CÉSAR Viene cargado tu ceno, fruto de nuestro cariño, con tesoro, que es un niño. Con ello contemplo pleno el gran templo de mi ensueño. Ninguno de los placeres, que bondadosa me hicieres, al gozo a de ser igual, tan único y especial, que un hijo tuyo me dieres. CLEOPATRA Ya a Cesarion Ptolomeo en tus rodillas lo veo, aprendiendo a galopar. Todo el mundo conquistar, serále fácil, yo creo. JULIO CÉSAR Sobre este caballo viejo, jinete de tierra y mar, verále el mundo trotar. Parezca de mi el reflejo. Mi imagen, en el espejo, que Roma en él, quiera ver. Mi sucesor ha de ser. ¡Funde con él dinastía, contigo, la monarquía, y el imperio del placer! ESCENA NOVENA Farnaco, rey del Ponto, hijo de Mitrídates Eupator, gran militar y enemigo del Imperio Romano, ha invadido Armenia y Capadocia y se enfrenta con Julio César, que llega desde Egipto, como vencedor. FARNACO Tengo valiente abolengo y a tu refugio cimero, César, ataco primero. Mis guerreros no contengo y, encabezándolos, vengo. De guerra, mis áureos carros, sobre barros y guijarros, diezman ya tu soldadesca, ¡Salga ésta, a que perezca, de sus cobardes cotarros! JULIO CÉSAR Farnaco, Farnaco loco, en tan temeraria acción ¿Cómo atacas mi bastión? De tu demencia en el foco, talento táctico hay poco. ¡A las armas, mis legiones! Dejemos los azadones, porque nos llama la guerra, allende muros de tierra y señeros torreones. Ya se vienen cuesta arriba, del Bósforo, los guerreros. ¡Apunten, nuestros arqueros! De la vida, ya les priva, su vanguardia ya derriba, la
punta de nuestras lanzas. Fallidas sus esperanzas, reculan ya, cuesta abajo. Matarlos es buen trabajo, pues, consumado, descansas. Vine, vi y vencí yo, en Zela, pues Marte quísolo así. A mis soldados ya di, oro que tuvo en tutela, Farnaco, en su ciudadela. Abierto el camino a Roma, la Vía Flaminia toma, galopando, mi corcel. Acaricia el sol su piel, cuando a los cielos se asoma. CUARTO ACTO ESCENA PRIMERA JULIO CÉSAR No quise pasar sin verte, Cicerón, el pensador y más que insigne orador. De mi lado, por tenerte, he venido a convencerte que aceptes me respaldar. Quiero el mundo conquistar. Roma, el centro de la tierra, la paz arbitre o la guerra, con su poder militar. CICERÓN César, lo que tú has logrado, te honra a ti, no a la nación. De romanos perdición, la guerra que has desatado, por tu honor lastimado. Muerta ya la democracia, diezmada la aristocracia, tan sólo tú el vencedor, dictador y emperador, vista bien , es gran desgracia. Mas, dicha sea verdad, contra huestes extranjeras, defendiste las fronteras. Tal vez, para eternidad, enrocaste la heredad. Con sentencia divisoria, para siempre en su memoria, nuestros dioses al juzgarte, ensalzarte o condenarte, recordaránte en la Historia. Que te apoye, no me pidas. Lo prohíbe mi conciencia. Tu temeraria existencia, tus hazañas desmedidas, por los dioses permitidas allende el bien y del mal, sobre humano y animal, te encuadran en lo divino. Sigue avante tu destino, mas de mi camino, sal! Julio César Tan sabio tú, Cicerón, mi oráculo siempre has sido. No te insisto en mi pedido, pues siempre tienes razón y es tu voz revelación. Quisiera tu compañía, mas respeto tu porfía en negarme tu favor. Tu franqueza es lo mejor. Peor sería falsía. César, abrumado, se marcha hacia la guerra civil en África y España. ESCENA SEGUNDA JULIO CÉSAR Por fin se atreve Escipión, junto al mar, a hacerme frente. Su gente, en número ingente, de elefantes, formación, listos a entrar en acción. A Tapsos, la gran ciudad, defienden con terquedad. –“César, grítanme, no te muevas, escucha estas buenas nuevas: Te espera gran mortandad. Flechemos los elefantes, en que ellos han puesto fe. Piedra y plomo se les dé. Los paquidermos gigantes, contra los propios van, antes que enfrentar nuestro furor. generan franco terror, sólo piensan en la huída, los que fueran fratricida ejército exterminador. César observa, por un momento, silencioso y pensativo, el cruento fin de las legiones de Escipión. La caballería enemiga huye, abandonando las cohortes bisoñas, a la ninguna merced de los legionarios veteranos de Julio César. l Los Numidas del rey Juba huyen en pánico. la crueldad desenfrenada reinante es tal, que Julio César exclama: ¡Ya basta, soldados, basta! No, a todos ultimar, testigos hay que dejar. Esta matanza nefasta, mi fama entera desgasta. renombre tendré por cruel y enemigos a granel. ¿Cómo esta turba frenar, después de los azuzar? ¡Implacable es su tropel! En fin, a lo hecho, pecho, que al triunfo tengo derecho. Han muerto cuarenta mil, todo el contrario redil exterminado y deshecho. A la paz que yo ofrecí, la guerra ellos prefirieron y, en esa ley sucumbieron. ¡Vine aquí, yo vi y vencí. Los dioses quisiéronlo así! César avanza con sus tropas contra Útica, donde Catón ha quedado como último defensor. CATÓN En esta fuerte ciudad, de muros altos rodeada, Útica la tan afamada, al conocer la verdad de derrota y mortandad, nadie quiere defenderla. Al vencedor venderla, prefieren, pues, por la vida, que, de otro modo, perdida, creen sin duda tenerla. Pero yo digo: ¡Jamás! Huyan todos en sus naves, cual vuelan francas las aves, mas yo no doy paso atrás. César, testigo serás: Tomo en mi puño la espada, contra mi pecho enfilada, corro contra la pared, cómo me traspasa, ved, pero mi honra está salvada! JULIO CÉSAR ¡Oh Catón, tu necedad te ha guiado hacia la muerte.Dioses, malherido al verte, han de tenerte piedad. ¡Gloria a ti en la eternidad! De la romana virtud, sirvas a la juventud como el más preclaro ejemplo; sacrificaste en su templo, tu plácida senectud. Frente a Útica, en alta mar, Escipión capitaneando un navío, se encuentra rodeado por la flota de Julio César. CORO DE SOLDADOS Y MARINEROS De la romana nobleza, primero, gran Escipión, no te queda salvación. En toda, del mar, grandeza, rodeada tu flota y presa, se encuentra a nuestra merced. Fenecerás de hambre y sed, si no te rindes y entregas o hasta la muerte no bregas, cual pez caído en la red. ESCIPIÓN Ya la hora de morir, parece, que me ha llegado. Sin remedio, derrotado, la denigración sufrir, honor débeme prohibir.La vida, terminación tiene, sé, sin excepción. A tu ley, me acojo, Cronos. ¡Sed, Oh dioses, mis patronos, en esta suicida acción! Escipión se traspasa con su propia espada y se precipita falleciente al mar. ESCENA TERCERA En la España ulterior, frente a Munda. CNEIO POMPEYO Hemos maniobrado bien, de un fuerte a otro, por meses, bregando múltiples veces, en escaramuzas cien. El final viene recién. Dominamos la llanura, desde esta amigable altura, depende pues del valor y del esfuerzo mayor, el triunfo en esta aventura. Encabezando el bando opuesto: JULIO CÉSAR Vencidos Farnacio en Asia y en el África, Escipión, sólo España está en
cuestión. ¡Que temeraria audacia, su rebeldía reacia! En Corduba y en Osuna, Pompeyos, ambos a una, de confines y regiones, el cúmulo de legiones han mandado se reúna. Labieno, caballería, les organiza y comanda. Toda esta alianza nefanda, de un golpe, acabar querría. Bien que lo haré, a fe mía. Corduba y Ursa , ciudades, las más grandes junto a Gades e Hispalis la luminosa, tomarlas es meta hermosa para férreas voluntades. Y aquí estamos, frente a Munda, los ejércitos formados, los Pompeyos, remontados, y en campiña más profunda, la Roma que me secunda. ¡Al ataque, mis legiones! No vacilen, corazones. ¡En vano, no os detengáis! ¡Voto a Marte! No avanzáis. ¡Seguidme a mí, Centuriones! CORO DE SOLDADOS César, cómo eres valiente! Parado tras de tu escudo, soportas, heroico y mudo, de flechas, lluvia inclemente. A ti, acudimos, tu gente y, contigo hacia delante, con poderío aplastante, al enemigo vencemos. ¡Vibrante voz, invoquemos al gran Júpiter Tonante! Las legiones pompeyanas son arrasadas. LABIENO Me han matado tres corceles y este herido palafrén no da más, muere también. Sin estos amigos fieles, Labieno en tierra, te dueles. La espada en el brazo armado, en sangre entero bañado, espero el cruento final. Deme, en la gloria, un sitial, lo mucho que he batallado. Rodeado por los cuatro costados, Labieno muere atravesado por las espadas de los centuriones de César. CNEIO POMPEYO La batalla ha terminado. En esta cueva escondido, quebrado un pié, malherido, confieso que malhadado, mi sino se ha consumado. Mi escondite descubierto, ¡Padre! te anuncio que muerto voy a estar pronto a tu lado. ¡Entran ya y soy degollado! El averno se me ha abierto. JULIO CÉSAR Me traen esta cabeza, como el augurio predijo: Esta vez, Pompeyo, el
hijo. Vea el mundo, con sorpresa, esta espeluznante presa. Bien podría ser la mía, la que Gades hoy veía en la punta de una lanza. ¿Mi suerte, hasta cuándo alcanza? ¿Acabaráse algún día? ESCENA CUARTA Se celebra en Roma la fiesta Lupercalia, conmemoración bucólica de la fertilidad, de origen griego. Marco Antonio participa en la carrera de faunos desnudos, siguiendo el culto ancestral. CORO DEL PUEBLO DE ROMA Lupercalia, sacra fiesta, cuando los faunos cornudos corren por Roma desnudos. De César, gloriosa testa, corona ya tiene puesta. Como fauno desbocado, de Arcadia, Antonio ha llegado y diadema de laurel se la ha impuesto, amigo fiel, mas la plebe la ha negado! JULIO CÉSAR Por tercera vez, la plebe, apláudeme por negarme, la corona a colocarme. ¿Qué les inspira y conmueve? ¿Contra el pueblo, quién se atreve? Turba ¿Queréis mi cabeza? ¡Yo os la doy, es mi promesa! ¡Sigue tu carrera Antonio y fertiliza, demonio, las madres de esta dehesa! CLEOPATRA Antonio, fauno desnudo, como Adonis, es hermoso. Para Diana un buen esposo.¡Qué musculoso y nervudo! Deus Pan en él saludo. Antonio sigue su carrera por las calles de Roma. Los partidarios de César colocan en todas las estatuas erigidas en su honor, coronas doradas de laurel. Los Tribunos Flavio y Marulo descubren que las estatuas de César han sido coronadas en toda Roma: FLAVIO Las testas han coronado, de las cesáreas estatuas. Reales insignias fatuas, sus esbirros, colocado. De la antipatria, atentado es preciso castigar. ¡Vamos a descoronar al dorado dictador, taimado contradictor, de sacra voz popular! MARULO Del pueblo, somos tribunos y la plebe no ha aplaudido, cuando Antonio le ha ofrecido la corona. Solo algunos salmodios inoportunos le han vivado como rey. Esa asalariada grey para César es vergüenza y para Roma una ofensa contra sus costumbre y ley! Los dos Tribunos arrebatan las coronas de las estatuas de César. Los dos dignatarios romanos, Casio y Bruto, les han observado y, junto al pueblo, aplaudido. Ahora, conmovidos, comentan: BRUTO César y su bella amante, Cleopatra de Alejandría, planean la monarquía. Desde hoy, en adelante, sin descanso, ni un instante, mi vida por meta toma la salvación de Roma. Y si es preciso perderla, prefiero, que someterla, del reyezuelo, a la doma. CASIO No prefieras, tú, morir. Siendo de Roma caudillo, bajo el sello de tu anillo, si debe César morir, la condena ha de regir. De tu nombre, la heredad, la secreta autoridad, de este magnicidio, el vicio, tornarálo en sacrificio para la posteridad. CASCA Muchos ya estamos de acuerdo, que oblíganos tácita ley a impedir que se haga rey, César. Con Casio concuerdo, que el histórico recuerdo de bruto, el nombre proclama, que la libertaria llama lleve flameando en su tea. ¡Cuán pronto Roma la vea, tan pronto Roma la aclama! TILIO CIMBER César en honra de Marte, soñando ser coronado, acudirá al Senado. Senado, con maña y arte, el regicidio comparte. Con espadas y puñales, démosle golpes mortales. Yo he de tirar de su toga, mientras en sangre se ahoga el Marte de los marciales. ESCENA QUINTA Con motivo del Triunfo celebrado por César en el Foro, se realiza en casa de Cleopatra en Roma una gran fiesta. Conversan en un aparte ciertos Senadores invitados: BRUTO En estos vastos salones, toda Roma se reúne. La reina Cleopatra une a quienes, por ambiciones de encumbradas posiciones, de César, buscan favor. Tiene un hijo de su amor, y nosotros, los romanos ciudadanos, en sus manos, que esclavos, estamos peor. CASIO Bruto, invoco tu valor. Sumidos en la vergüenza, la sangre a hervir comienza. Tu eres noble Senador, conmigo, conspirador promete ser, te conjuro. De Roma pende el futuro, en nuestra conspiración que es venganza y salvación, tras golpe seguro y duro. Mañana, todo el Senado, guardado por gladiadores, que a Marte brindan honores, habiéndonos acercado, bajo un signo concertado, a César, sendos puñales daránle golpes mortales.¡Todos a una asesinos, brindamos nuestros destinos a los dioses inmortales! Al otro costado del salón, otro grupo de patricios comenta: CLEOPATRA Como veis, caros amigos, César ha vuelto otra vez. El Tíber fluye a sus pies. Conspiran sus enemigos, en carne propia testigos de sus triunfos y poder. ¡César rey debéis hacer! Los altísimos honores concedidos son colores prontos a desvanecer. Del odio los negros frutos, llegarán a madurar, sus venenos a exudar. Senadores impolutos, han de unir Casios y Brutos, contra él a maquinar. Todos los indultados y por César perdonados, son ninguno de fiar. ¡Se los debe aniquilar! CICERÓN Ya es Perpetuo Dictador, Árbitro de las Costumbres, ocupa todas las cumbres, Cónsul es y Emperador. Ser rey no es nada mejor. Oprobio de la grandeza, que sin duda grave pesa, es el mal que antes causó. César tras de sí dejó huellas de sangre y tristeza. MARCO ANTONIO Guerras le fueron impuestas. Él nunca las provocó. El Rubicón cruzó por las ofensas funestas, las tramoyas deshonestas que el Senado construyó y Pompeyo consagró. El triunfo en tantas batallas, Cicerón,
eso tu callas, en franca lucha logró. Entra Julio César y todos le aplauden. Al juntarse con sus amigos, que le rodean, éstos le preguntan: CORO DE AMIGOS DE CÉSAR César, tú que has escapado de las garras de la muerte, tanto, que ella conocerte debe, habiéndose mirado rostro en tu ojo reflejado, ¿cuál es, a tu parecer, el morir que si escoger, dioses te permitirían, tus hados les pedirían? JULIO CÉSAR
¿Si tuviere que morir, qué muerte yo escogería? ¿Del lecho, lenta agonía?¿Ver, lerda, Parca venir, mil y una vez sucumbir? ¡No! exclama mi fantasía. Sin duda, preferiría la otra muerte y no esa, digo, la que por sorpresa va a presentárseme un día. Todos los presentes aplauden, mientras la fiesta sigue. César y Cleopatra se apartan y, ante el tierno Cesarion, su hijo, conversan: CLEOPATRA Mira a tu hijo, amado mío. Fíjate, que hermoso es. ¡Tú, de cabeza a los pies! César, no olvides tu crío. Su recuerdo te confío. Y cuando Persas y Medos estrujes entre tus dedos, acuérdate también de mí. Mi alma ha de estar junto a ti en peligros y denuedos. JULIO CÉSAR Existencia es frenesí, Cleopatra, mi amada y reina. Mis canas, tu mano peina, como tú, tan joven fui, tan niño, como este aquí. Lo que me resta de vida, sea en la guerra invertida, que ahora quiero iniciar, para contigo reinar, sin límite ni medida. CLEOPATRA Pero antes de partir, cuídate bien de la trama, que enemigos de tu fama, que amor aquí ves fingir, contra ti, quieren urdir. Tu pecho pon en coraza, espada y escudo abraza, pues te celan con la muerte. Quienes
más han de deberte gratitud, son tu amenaza. ESCENA SEXTA Al entrar a su aposento en su casa en Roma, César se sorprende de ver abrirse las ventanas y volar en el viento los visillos y cortinas, mientras una fatídica luz ilumina a Calpurnia en agitados sueños embargada, que suspira y se queja acongojada. JULIO CÉSAR Calpurnia, querida esposa, ¿porqué tu fruncido seño? ¡Despierta de tu mal sueño!¿Qué furia, dime, te acosa? ¿Viste acaso horrenda cosa en tu vana pesadilla? ¿Del Hades, junto a la orilla, alguien viste, que se embarca y cruza el río, que enmarca, de las sombras pétrea villa? ¿O a Julia, mi muerta filia? CALPURNIA Tú yacías en mis brazos, malherido, atormentado, falleciente, desangrado, con tu toga hecha pedazos. De espadas, filudos trazos tu amado cuerpo cortaban. Tus ojos tristes miraban un mundo en el Más Allá, donde Julia, tu hija está. Tus labios ya no me hablaban. JULIO CÉSAR El adivino Spurinna verá en sus sacrificios los signos y los auspicios con que este Marzo termina. Lo que Suerte me destina, Calpurnia, magno ha de ser. Tal, ahora, es mi poder, que de la guerra y la paz, marca César el compás, los dioses por complacer. César se acuesta a dormir junto a Calpurnia, en una noche parturienta de relámpagos. ESCENA SÉPTIMA ARSÍNOE Traída como trofeo, para en su triunfo exhibirme, como naranja exprimirme, en estrujante goteo, venganza vil es, yo creo. La nueva reina romana, Cleopatra, mi vana hermana, si mi suerte no revierte, depararáme la muerte, si a ello César se allana. Me dicen murmuraciones, que a César van a matar, porque se quieren
vengar por todas las vejaciones, muertes y desolaciones, los patricios del Senado, a quienes ha humillado. Prefieren todos morir, que al tirano permitir sea por rey proclamado. Tanto el odio me envenena, de mi desgracia, al despecho, que tal víbora al acecho en la desértica arena, su paso, cerca, me suena. Yo he rezado y he pagado porque muera asesinado. la batalla contra él, de mi fin, hasta el dintel, quiero haberla consumado. ESCENA OCTAVA JULIO CÉSAR El Arúspice Spurinna desentrañe sus augurios, para ver si son espurios los sueños que en la neblina de su angustia femenina, Calpurnia, asustada, viera, si sólo quimera fuera o el anuncio perspicaz de conspiración falaz que, Idus de Marzo, yo muera. ARÚSPICE SPURINNA
He destripado este gallo y su corazón no hallo. Éste es un signo de muerte, con que la suerte te advierte. He dicho, César y callo.
JULIO CÉSAR
Antes de Munda, dijiste que había yo de morir. Triunfando, pude seguir. Equivocarte quisiste. Tal vez, entonces, mentiste y hoy me vuelves a fallar. Tu oficio no es de fiar. Los designios del destino, a cambiarlos nunca atino y me suelen amparar!
Mientras César entra al Teatro de Marte, donde el Senado le espera, Artemidoro de Cnidos pone en sus manos una nota de advertencia. César ya no le escucha cuando, desesperado, este amigo le recita su mensaje: ARTEMIDORO DE CNIDOS
César, te quieren matar los Senadores Romanos. ¡No te pongas en sus manos! Tu guardia manda a llamar. En nadie puedes confiar. Te acechan ya Casio y Bruto, Buciliano y el astuto Casca, Trebonio y Cecilio, Minucio Basilio y Tilio Cimber. ¡Sal este minuto!
CORO DE LA PLEBE
César, te van a matar los Senadores Romanos ¡Quieren tu sangre en sus manos! En nadie debes confiar. Manda la guardia a llamar. ¡Cuídate de Casio y Bruto, Rubrius Ruga y del astuto Casca, Mario Spurio y Naso, Servius Galva! El tiempo escaso, no te queda ni un minuto!
El Senado recibe a César. Se le acercan muchos conspiradores. Le importuna Tilio Cimber. JULIO CÉSAR
¿Tilio Cimber, tú qué pides? El paso al templo me impides.El destierro de tu hermano, tratarlo ahora es en vano. ¡Al tocarme te desmides! Casca, canalla, me heriste.¿Cuántos puñales y espadas de venganzas desatadas, Dios Júpiter, permitiste? ¿Hijo Bruto, tú también? Las vísceras destrozadas por veintitrés puñaladas y la última me da quién? Bruto, que me quiere bien. Ante tamaña traición de la Romana Nación, cúbrome de pena el rostro y, a tus pies, Muerte, me postro, traspasado el corazón.
César fenece en el templo de Marte, ante la estatua de su enemigo Pompeyo. EPÍLOGO Los Romanos se han reunido en el Foro, al pie del Capitolio, para celebrar el funeral de Julio César. De acuerdo a costumbre ancestral, Marco Antonio, como Cónsul y amigo de César, lo elogia en su discurso: MARCO ANTONIO
Julio César yace aquí. Su muerte fue natural. ¡Furioso, el suyo final! Su toga quedóse así: (Muestra la toga sangrienta y despedazada) Peor masacre no vi. Muy natural su muerte: Acabarse de hombre fuerte el morir desangrado, por mendigos traicionado, que en héroes, suerte convierte.Julio César yace muerto, quien a los Galos venció, los Germanos doblegó.Del Hades, en último puerto, Julio César yace yerto. A los Romanos dejó lo que en vida más gustó: Su rozagante jardín, del Tíber en el confín donde a Cleopatra albergó.A cada uno, su dinero dona por parte iguales. Lo atestiguan las Vestales, que su testamento entero guardan en sacro venero. César a su pueblo amó. Nos, de ninguno olvidó. Nunca déspota o tirano hubo, que el Pueblo Romano como a César consagró. Levantemos una pira. Del fuego, suban al vuelo sus cenizas hasta el cielo. ¡Ave Fénix que respira nueva vida, cuando expira! Sus rescoldos y pavesas sean antorchas traviesas, con que incendie la venganza, el nido, donde Acechanza nutre sus crías aviesas.
CORO DE LA PLEBE ROMANA
En nido, donde Acechanza nutre sus crías aviesas, sus rescoldos y pavesas, como tea de venganza, prendan, de llamas, la danza.
Ave Fénix que respira nueva vida, cuando expira, de César suban al vuelo, las cenizas hasta el cielo. ¡Que Roma sea su pira!
La plebe despedaza y hace leña de los bancos y curules del Foro, levanta una pira funeraria, enciende la hoguera e incinera a Julio César. Toma los leños candentes como antorchas y sale del teatro a quemar las casas y residencias de sus asesinos.
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