Editando dólares (obra en dos actos, con final abierto) En los últimos tiempos no es extraño toparse con libros
escritos por editores que nos ofrecen de primera mano sus
experiencias profesionales. Su interés es incuestionable, perola perspectiva del mundo de la edición que éstos nos ofrecenno será suficiente para descifrar ese espacio cultural si no seve acompañada por la publicación de estudios sobre elmundo editorial que nos aporten datos globales y nos sugie-ran interpretaciones, que partan de una visión externa y pre-tendan un análisis objetivo de la situación. La salida al mer-cado de este tipo de libros no es tan prolífica como necesa-ria. Pero existen. Doy fe.
Así, esta reseña procurará acercarnos a dos libros represen-tativos de una y otra tendencia. Estos libros selec-cionados son además una muestra de dos realida-des editoriales no circunscritas al idioma español:
Editar la vida, escrito por el editor estadounidenseMichael Korda (Ed. Debate, 2005) y Las redes ocul-tas de la edición, de Janine y Greg Brémond (Ed. Popular,2002). Si he leído sobre la edición en Francia y EstadosUnidos no es sino por la laguna bajo la cual naufragaría sinduda (laguna creo que compartida con algunos de los profe-sionales que nos movemos en la órbita libresca) de la ediciónde libros en idiomas ajenos a los nuestros; tengo a veces laimpresión de que podemos llegar a pensar que Joyce nohubiese escrito Ulises si no se hubiera comprometido Lumena editarlo en tapas blancas con el santo y seña del hombrecon abrigo. Y Ulises, en el fondo sabemos, hay tantos comotraducciones editadas. Por suerte.
Primero abordaré Editar la vida, libro publicado por Debatedentro de la colección Historias, siendo ciertamente no másque eso, las historias que Michael Korda nos cuenta sobre superiplo editorial en EEUU. Del botín sustraído en este abor-
daje hago un somero inventario: un paseo sorprendente por la producción del best-seller, elprimer libro de crucigramas y Shakespeare en un mismo cofre; el ejercicio de la edición comoreescritura de manuscritos proyectada hacia el mercado en la que con absoluta naturalidad sereorganizan capítulos, se crean nuevos personajes o se inventan dramáticos finales, todo ellocon la aquiescencia del autor (¿será entonces autor el término exacto?); el glamour, las estre-llas, las fiestas promocionales, diversas asesorías. Resultado: un cofre lleno de todos aquelloselementos que nos hacen desmitificar un ámbito tan sugestivo como es el de la edición. Básicamente curiosidades, que en ocasiones distraen, en otras escandalizan, presintiendo enotras que este temporal también mundializa las catástrofes. Ya que bien mirado, el modeloestadounidense no es tan lejano al que se está imponiendo en otras latitudes, simplemente allíes ya un adulto perverso, en el que la inversión entre la cabeza y los pies que supone que “enadelante los grandes negocios en la industria editorial no se harán escribiendo y publicandolibros, sino comprando y vendiendo editoriales” no evoca al monstruo sino al mundo.
Y esto es todo. El interés de Editar la vida radica fundamentalmente en la extrañeza, pero lacuriosidad no es tan perseverante como el interés, de modo que a medida que se avanza enla lectura emerge el deseo de que las últimas cien páginas sean las correspondientes a labibliografía, y así terminar. Porque Michael Korda, además, no hace en ningún momento unejercicio de análisis del sector en el que se encuentra, no defiende lo que sucede, no criti-ca tampoco. Está instalado, nos cuenta lo que hay. La cuestión es que el discurso del estoes lo que hay es terriblemente conservador. Terriblemente, sí. Porque al libro se lerelega en todo momento al rincón oscuro y nadie piensa algo habría que hacer, seasume esta pérdida colateral del neoliberalismo como si otro mundo editorial no
Y que sea posible o no, ya veremos. Pero que es cuestionable ya lo han visto y así nos lomuestran Janine y Greg Brémond en Las redes ocultas de la edición, libro éste paradigma deque la máxima Lo bueno si breve… en ocasiones se cumple. Este libro desmonta cualquiervisión resignada o condescendiente del estado actual de la edición. Y lo hace valiéndose dedos armas invencibles: las preguntas y los datos. Encontramos datos con cifras y nombres,demostrando que la información es fundamental y debe anteceder o simultanearse con laexplicación, si ésta fuere necesaria. Y respecto a las preguntas, este libro revela que no sólohay que mirar hacia donde nos señalan, que muchas respuestas se hacen evidentes con sóloplanteárnoslas, que en muchas ocasiones lo que no conocemos no es que esté oculto, sinoque está ocultado.
Janine y Greg Brémond, ya desde la presentación, ponen de manifiesto su intención, que noes otra que “examinar, a través de situaciones reales, el funcionamiento actual de la ediciónen Francia y las razones por las que el libro, en cuanto bien cultural y elemento de debatedemocrático, está en peligro”.
Creo que han conseguido su propósito, ahora tenemos más qués y porqués: el hecho de quelos gigantes de la comunicación, al margen de su producción de mayor o menor calidad, nodejen espacio a otros agentes, de modo que hablar de diversidad en la edición supone un alar-de de generosidad decididamente maníaca; que la difusión reviste más importancia que la
producción y por ello se editan libros exclusivamente para venderlos, al margen del valor cua-litativo de los propios libros; que las 3/4 partes de la producción del libro de texto está con-trolada en Francia por dos grandes empresas (en 2002, fecha de edición de este libro) y queesas empresas forman parte de conglomerados que venden igual misiles que todoterrenos,permitiéndonos los autores salir del debate estrella precio libre/descuentos/gratuidad del librode texto para entrar en otro tan preocupante o más (y por algún motivo silenciado) que es elde la peligrosa uniformización de los manuales de los estudiantes; las obras que ya se han per-dido, el patrimonio cultural no-nato, ese libro cuya ausencia no podemos advertir porque nopodemos leerlo porque nadie lo editó; las escasas posibilidades de ver publicados los librosideológicos y políticos con ideas minoritarias o revolucionarias, cuando la lógica del marke-ting teoriza que la demanda es la que dicta lo que se produce. Todo esto, y mucho más. Pistasy preguntas de alerta roja: “Cuando un Estado entorpece la aparición de un libro, la libertadde expresión está en peligro. ¿Lo está menos cuando se trata de una empresa?”.
Afortunadamente, encontramos en este libro una extensa bibliografía tanto de libros como deartículos que nos permite ver que esta deriva editorial está siendo motivo de estudio y debateen Francia. Yo no creo que hablen por hablar. Y sí pienso que en nuestro entorno lingüístico lasituación es la misma (grados aparte, allá también hace más frío), pero demoramos afrontarla.
Y sólo podremos resolver, sólo podremos apostar por una u otra dirección, si tomamos con-ciencia. Janine y Greg Brémond nos brindan la oportunidad de hacerlo. Un librominúsculo como Las redes ocultas de la edición, minúsculo y asimismo de granenvergadura, es de obligada lectura para todos aquellos que, preciándonos de lecto-res y amigos, tutores, compañeros o trabajadores sociales del libro, en momentos en
los que hay que proteger e impulsar aquello que merece la pena, creemos que lamilitancia no es vana. Sin duda no es una cuestión menor ésta que apuntan Janine y GregBrémond: “lo que está en peligro es la libertad de expresión”.
Human rights considerations with regard to pandemic influenza The last decade has seen a number of major health scares around potential outbreaks of some form of pandemic influenza. The development of responses to HIV/ AIDS established new standards in the way people were treated, including confidentiality, informed consent to testing and so on. Older, more coercive public health